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29 enero, 2018 in Curiosidades, San Valentín

Origen de San Valentín: ¿Un invento comercial?

origen de San Valentín

El 14 de febrero se ha convertido en una fecha muy señalada dentro del calendario, sobre todo para las parejas, que celebran este día con especial ilusión. Un día en el que los enamorados aprovechan para hacerse regalos y demostrarse su amor y donde los envíos de flores a domicilio, los bombones, los peluches y demás artículos de carácter romántico se convierten en los protagonistas. Regalos clásicos que nunca pasan de moda y que siguen estando entre los preferidos aunque en los últimos años se hayan puesto de moda otros obsequios como las escapadas románticas, los tratamientos de belleza o las sesiones de spa.

Pero, ¿sabemos por qué se celebra el Día de los Enamorados? ¿Cuál es el origen de San Valentín? Debido a la gran cantidad de regalos románticos que se hacen durante este día, podríamos pensar que está relacionada con un idílico romance que terminaría dando pie a esta celebración. Lo cierto es que no es así.

 


El verdadero origen de San Valentín


La leyenda urbana dice que el origen de San Valentín fue una idea de los grandes almacenes para incrementar las ventas después del periodo de rebajas. Nada más lejos de la realidad, ya que, aunque hoy sea una de las celebraciones más consumistas y que más ventas genera para muchos sectores, San Valentín no fue un invento de los centros comerciales, como tantas veces habrás escuchado. Eso sí, nadie duda de que las tiendas han sabido aprovecharla muy bien para aumentar sus beneficios en una fecha que nunca se caracterizó por un elevado consumo. De hecho, vino muy bien por estar situada justo después de la temida «cuesta de enero».

Sin embargo, su origen no tiene nada que ver con el amor, sino con el sexo y la fertilidad. Y es que, aunque hoy en día la fiesta tiene un tono inocente e inofensivo, el origen de San Valentín hunde sus raíces en dos de los festivales paganos más salvajes sexualmente de la Historia Antigua: la Lupercalia y el día de Fiesta de Juno Feburata. Ni angelitos, ni corazones, ni flechas, el Día de los Enamorados tuvo un origen muy diferente a lo que hoy conocemos. Mucho más macabro y salvaje de lo que imaginas.

La Lupercalia

El origen de San Valentín, como fiesta del Día de los Enamorados, se remonta a hace unos 1.500 años, concretamente en el año 494 d. C, impulsado por el papa Gelasio I, con el objetivo de suprimir y prohibir la fiesta pagana de las Lupercales, que se celebraba en la Antigua Roma entre el 13 y el 15 de febrero en honor a Lupercus, dios de la fertilidad, protector de los pastores y de sus rebaños, y de las cosechas y un poderoso cazador.

En esta fiesta se rendía homenaje además a la loba que, según la leyenda, amamantó a los fundadores de Roma, Rómulo y Remo. Se dice que ambos eran fruto de la relación secreta entre Marte, dios de la guerra, y una joven mortal. Por eso, fueron abandonados en el río Tíber con el fin de que murieran, cambiando el curso de la historia al ser rescatados por la loba.

Muchos afirman que la Lupercalia tiene incluso su origen en ceremonias más arcaicas, remontándose a épocas anteriores a la fundación de Roma, en las que tenían lugar sacrificios humanos, Durante la Lupercalia romana, una serie de sacerdotes llamados lupercos se reunían en una cueva del monte Palatino, donde se encontraba el árbol consagrado a la diosa Rumina y donde los romanos creían que los gemelos Rómulo y Remo se habían refugiado y habían sido amamantados por la loba.

Allí se sacrificaba una cabra en honor a Fauno, el dios de la naturaleza, y todos eran ungidos con ella mientras reían a carcajadas. Símbolo de la victoria de la vida sobre la muerte, la «resurrección» por la que habían pasado los fundadores de Roma tras haber sobrevivido a su trágico destino.

Después, los lupercos hacían una procesión desnudos, llevando sobre sus cuerpos tiras o correas fabricadas con piel que iban escurriendo la sangre del animal sacrificado. Mientras se realizaba esta procesión por las calles de Roma, los lupercos iban azotando con estas correas a las mujeres situadas en el camino, con el objetivo de «purificarlas» y lograr que fueran más fértiles para poder concebir un hijo. Por esta razón, las mujeres lo consideraban como un honor, pues era la forma de garantizar que serían madres. Entendían que aquellos golpes les purificaban para entrar limpias al nuevo año, que en aquel entonces se iniciaba en marzo. Así pues, llevar una marca a casa de los latigazos era señal de buena suerte. El mes de febrero recibe su nombre debido a ello, ya que februa significa «medios de purificación».

La diosa Juno Februata

 

Pero además, debes saber que el origen de San Valentín está relacionado con que febrero fuera un mes de culto para los romanos por ser el mes de la diosa Juno Februata, la diosa del amor, las mujeres y el matrimonio. Por eso, durante el festival de la Lupercalia, el 14 de febrero, se ponían notas de papel con el nombre de una adolescente en un tarro y los jóvenes cogían una nota al azar para que las «afortunadas» se convirtieran en su «pareja» para practicar juegos eróticos en festivales y fiestas de toda Roma todo el año. Una costumbre que se realizó durante varios siglos y que tenía por objetivo que las jóvenes se iniciaran en el sexo y perdieran el miedo al sexo. El temor de ser incapaces de no poder cumplir con su cometido en la sociedad y perder la calidad de ciudadano.

El dios Eros

 

No obstante, también hay quienes creen que la fiesta pagana que fue sustituida y que supuso el origen de San Valentín era la que se celebraba en la Antigua Grecia en honor a Eros, dios del amor. Conocido por los romanos como Cupido. Celebración en la que se pedían favores al dios para encontrar al enamorado ideal a cambio de ofrendas y regalos. Cupido era el hijo de Afrodita, diosa del amor y la belleza, conocida como Venus para los romanos.

Según la mitología, Cupido fue el responsable de impregnar a numerosas diosas y mortales, lo que se relaciona con la figura del arquero Nimrod de la que hablábamos antes. Representado con apariencia infantil, la mitología le atribuye las personalidades tanto de cruel como de feliz.

Utilizaba sus flechas invisibles, con la punta cubierta de oro, para impactar a mujeres y hombres confiados, provocando que se enamoraran locamente. Lo cual no hacía por beneficio de ellos, sino para controlarlos con pasión intensa y hacer sus vidas miserables, con el objetivo de reírse de los resultados.

En este sentido, el origen de San Valentín no estaría relacionado tanto con el sexo como los otros dos. Pero, fuera como fuera, no sería hasta el siglo XX cuando la celebración se comercializaría como una tradición milenaria.

La cristianización de las tradiciones paganas

Desde el siglo IV todas las fiestas paganas fueron eliminándose progresivamente, siendo reemplazadas o reconvertidas a otras celebraciones de carácter cristiano. Lo mismo ocurre, por ejemplo, con los carnavales y con la Navidad, que caen en fechas que antiguamente habían sido fiestas paganas.

Siguiendo la misma línea, el papa Gelasio I ideó una celebración que sustituyera a las Lupercales, siendo este el verdadero origen de San Valentín. El pontífice eligió a esta santo que había vivido dos siglos antes y que estuvo muy relacionado con los enamorados.

De igual modo se hizo con el festival de Juno Februata, que pasó a ser la fiesta de la Candelaria que hoy seguimos celebrando el 2 de febrero, en homenaje a la purificación de la Virgen bendecida y a la presentación de Jesús en el templo.

El emperador Constantino ya había hecho el cristianismo religión oficial del Imperio Romano en el año 325 d. C. y, aunque los líderes de la Iglesia quisieron suprimir los festivales paganos de la sociedad desde entonces, los ciudadanos romanos se resistieron a ello durante mucho tiempo. Ante la incapacidad para eliminar estas celebraciones, terminarían siendo reconvertidas y cristianizadas, dándoles un tono más suave. En el caso de la Lupercalia, ésta pasaría a ser el Día de los Enamorados.

 

Pero la fiesta de la Lupercalia no solamente se convirtió en el día de San Valentín, sino que además intentaron encubrise las antiguas tradiciones propias de la festividad. En lugar de poner los nombres de las muchchas jóvenes en una caja, estos se sustituirían por nombres de santos cuya vida debían imitar tanto los chicos como las chicas.

No obstante, hay que decir que la supresión del «sorteo sexual» no fue suficiente para acabar con los juegos sexuales que, incluso, tomaron un tono más fuerte. Para lo cual, los hombres enviaban un mensaje a la mujer que deseaban.

Poco a poco, la fiesta cristiana de San Valentín iría popularizándose y tomando un cariz más dulce gracias a escritores como Shakespeare, extendiéndose al resto del continente europeo y otros países del mundo. En esta época el amor romántico empezó a asociarse con la figura herócia y mitológica de San Valentín, forjándose definitivamente la leyenda del patrón de los enamorados. Con el paso del tiempo, la leyenda seguiría creciendo y adornándose hasta llegar a nuestros días. Convirtiendo así esta orgiástica fiesta revestida de rituales sangrientos en una dulce celebración llena de gestos románticos que tiene sus mejores representaciones en las rosas a domicilio, los bombones, los corazones, los peluches y las cartas de amor.

¿Quién fue San Valentín y por qué es el patrón de los enamorados?

Aunque al principio no se sabía mucho de este santo, en torno a su figura fueron surgiendo numerosas leyendas e historias, muchas de las cuales han ido siendo desmentidas a los largo de los siglos. En la actualidad, la versión más aceptada sobre el origen de San Valentín es que se trataba de un médico romano que se convirtió al cristianismo y decidió ordenarse sacerdote. Durante la época en la que vivió (siglo III), el emperador Claudio II prohibió los matrimonios entre jóvenes porque pensaba que los soldados que tenían mujer e hijos combatían peor en la batalla. Sin embargo, San Valentín decidió desobedecer la orden porque la consideraba injusta y siguió oficiando matrimonios entre jóvenes de manera clandestina, lo que finalmente le costaría la vida.

 

Al ser descubierto, sería apresado y ejecutado, convirtiéndose así no solamente en mártir, sino también en un auténtico referente para los enamorados. De ahí que hoy esta fiesta en homenaje al amor lleve su nombre. Al principio, como Valentín gozaba de un gran prestigio en Roma, el emperador lo hizo ir al palacio, donde el sacerdote intentó hacer proselitismo del cristianismo. Claudio II mostró cierto interés por sus palabras, pero finalmente el ejército y el gobernador lo convencerían para que lo sentenciara a muerte.

Se dice que, mientras estaba en prisión, uno de los guardias, con el objetivo de burlarse de él, lo desafió a devolverle la vista a su hija Julia, que era ciega desde su nacimiento. El santo obraría entonces el milagro y Julia recuperaría la vista. Motivo que llevó además a la familia a convertirse al cristiniamo. Aunque, desgraciadamente para Valentín, esto no le libraría de su trágico destino. Agradecida por ello, Julia plantó un almendro de flores rosadas junto a la tumba del sacerdote.

Por eso, el almendro es hoy símbolo del amor y de la amistad duraderos. Se dice además que, mientras estaba en la cárcel, Valentín, que se había enamorado de Julia, decidió escribirle una carta antes de morir, considerándose esta como la primera carta de amor de San Valentín de la historia. La nota iba firmada: “de tu Valentino”.

No obstante, debemos decir que son varios los santos llamados Valentín a los que alguna vez se ha atribuido ser el patrón del Día de los Enamorados sin que haya sido posible llegar a un acuerdo. Y es que ni siquiera los propios miembros de la Iglesia Católica han logrado desentrañar el misterio. De acuerdo con la Enciclopedia Católica, existen al menos tres San Valentín diferentes, todos ellos mencionados en los primeros martirologios el 14 de febrero.

Uno es descrito como el sacerdote romano cuya historia acabamos de explicar, otro como obispo de Interamna (la actual ciudad de Terni) y otro que sufrió en África junto a un grupo de compañeros, pero poco más se sabe de él. En cuanto a los dos primeros, parece que sufrieron en la segunda mitad del siglo III y que fieron sepultados sobre la vía Flaminia, pero a diferente distancia de la ciudad.

Por esta razón, a lo largo de los siglos, los mitos y leyendas que han ido surgiendo alrededor de la figura de este personaje y del origen de San Valentín han sido muy numerosos. De hecho, hoy en día todavía podemos encontrar muchas iglesias que afirman tener los restos del verdadero San Valentín. Aunque todo apunta a que reposan en la Basílica de la ciudad italiana de Terni que lleva su nombre. Cada año, el 14 de febrero se celebra en este templo un acto de compromiso por parte de aquellas parejas que desean casarse al año siguiente.

 


La celebración de San Valentín en la actualidad


Realidad o no, lo cierto es que esta fue la historia que la Iglesia Católica difundió para justificar el hecho de instaurar esta celebración el 14 de febrero y, de esta forma, suprimir la fiesta pagana de las Lupercales. Y, durante quince siglos más, la Iglesia celebraría esta fiesta religiosa cada año, hasta que en el año 1969 el papa Pablo VI decidió eliminarla del calendario postconciliar, con el objetivo de eliminar todas aquellas figuras de santos que tenían un origen más legendario que real, pasando a ser una fecha con santo pero sin celebración. El mismo papa Gelasio I, que la había instaurado, afirmaba que San Valentín era uno de esos santos “cuyos nombres son venerados por los hombres, pero cuyos actos solo Dios conoce”, expresando así la ausencia de pruebas históricas sobre este mártir. No obstante, en el año 2014 el papa Francisco quiso recuperar la celebración de San Valentín para devolver a esta celebración su significado religioso, celebrando una misa en la que atendió las preguntas de las parejas que se encontraban entre los miles de asistentes.

En cualquier caso, lo cierto es que, para cuando Pablo VI suprimió la festividad, San Valentín ya se había convertido en una fecha completamente instaurada dentro de la sociedad de consumo. Algo en lo que tuvo mucho que ver la norteamericana Esther A. Howland, que fue la precursora de la comercialización de las tarjetas de amor que hoy se envían en todo el mundo. Impulsando esta costumbre en el año 1840 cuando empezó a venderlas en la librería de su padre en Worcester (Massachusetts) por unos pocos centavos.

Una estrategia que resultó ser todo un éxito y cuya tradición ha llegado hasta nuestros días. Por esta razón, el origen de San Valentín tal y como la conocemos se lo debemos a los países anglosajones. Implantándose en otros países a lo largo del siglo XX.

 

No obstante, parece que la costumbre de intercambiar regalos y cartas de amor en San Valentín, surgió en Francia y en Gran Bretaña ya en la época medieval, entre la caída del Imperio Romano y mediados del siglo XV. Una costumbre que adoptarían los norteamericanos a comienzos del siglo XVIII. Lo que se vio favorecido por el hecho de que la revolución industrial permitiera la producción de tarjetas de felicitación en cadena a un precio más barato. Eso sí, no debemos restar mérito a Esther A. Howland, que fue la que más hizo por su popularización, creando las primeras postales masivas de San Valentín en Estados Unidos.

De esta forma, las tarjetas de San Valentín se convertirían en un gran negocio y en uno de los regalos más habituales del Día de los Enamorados. Para que te hagas una idea, según datos de la Federación Nacional de Comercio, solamente en Estados Unidos, las personas gastan alrededor de 18.900 millones de dólares en tarjetas de San Valentín y 2.000 millones de dólares en flores cada año. Las tarjetas generalmente incluyen motivos de corazones, imágenes de Cupido y que se decoran con seda, encaje y flores.

Ya bien entrado el siglo XX, el comercio y la publicidad recogieron la figura de San Valentín y la convirtieron en un verdadero fenómeno de masas, aprovechando el 14 de febrero para aumentar sus ventas. Pero, como ya has podido ver, el origen de San Valentín no está relacionado con cuestiones comerciales, sino que hunde sus raíces mucho más atrás en el tiempo.

 

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